Perspectivas (CEA)

La macroeconomía a dos años de Macri.

Autor
Ramiro Castiñeira*
Mes/Año
12/2017

Columna Perspectivas del mes de diciembre. Esta sección del Centro de Economía Aplicada (CEA) de la UCEMA provee un análisis de destacados economistas con orientaciones y enfoques diferentes respecto de los problemas económicos de nuestro país y el mundo.

 

Cristina Fernández de Kirchner entregó una economía cerrada y llena de regulaciones cambiarias, financieras, de comercio exterior, regulaciones de precios internos, en default, sin estadísticas públicas, crisis energética y una inflación de dos dígitos. Argentina una vez más se había alejado temerariamente de una economía de mercado, pero esta vez en pleno siglo XXI.

Obviamente como todo eso no funciona y sólo destruye la economía, el Gobierno aumentaba el gasto público para sostener la demanda agregada con subsidios, planes y empleo público. El gasto público llegó a un récord histórico, superior a 42% del PBI, y aún así la economía se estancó y solo vivió de las reservas que dejó el ciclo de la soja. Cuando también se agotaron, el Gobierno recurrió a un préstamo con China a cambio de una base en el medio de vaca muerta. Este crédito le alcanzó para llegar al fin de su mandato con monedas en el BCRA y al pie de una hiper de no actuar rápido.

En ese contexto llega el nuevo gobierno. En los primeros dos años de gestión no dudó en desarmar el esquema económico que heredaba. En las primeras semanas de Gobierno eliminó todas las regulaciones cambiarias, las financieras, las de comercio exterior, recompuso las estadísticas, pagó lo que se debía en el exterior para salir de default, recomponer reservas y evitar una hiper. La recuperación del crédito externo permitió conseguir dólares para sortear el impacto de liberar la economía. Aun así, 2016 fue un año recesivo donde el PBI descendió un 2.2% y la inflación saltó de 25% a 40%.

La liberación de la economía permitió cumplir un piso mínimo de economía de mercado. Las señales de precios empezaron a aflorar y con ella la inversión se empezó a recuperar desde valores increíblemente bajos, propios del desarme de un esquema macro que solo prioriza el consumo y desalentaba la inversión. En 2017 la economía creció un 2,9% del PBI y la inflación bajó de 40% a cerca de 25%. En el medio se empezó a reducir el sobredimensionado Estado. Se bajaron impuestos por 2% del PBI entre la eliminación de las retenciones y ganancias, como también descendió en 2% del PBI el gasto en subsidios al recomponer las tarifas. El resultado fue que el gasto público bajó, pero todavía existe un Estado sobredimensionado con un déficit de 6% del PBI (7% al incluir provincias).

En Argentina sólo hay dos maneras de financiar el déficit fiscal: se financia con emisión monetaria o con deuda externa. No está la opción de deuda interna. Tantas veces el Estado expropió ahorro privado para financiar su déficit (ahorro postal, rodrigazo, bonex, corralón, defaults varios, hiperinflaciones, expropiación de aporte a AFJP, manipulación del CER o CEPO), que el sector privado ya no ahorra en el sistema financiero local. Los depósitos privados sólo suman 15% del PBI, cuando en Brasil rondan 60% del PBI y en Chile el 100% del PBI.

Para evitar la inflación que generaría la monetización del rojo fiscal, este gobierno financia el déficit heredado con deuda externa. El plan del gradualismo del Gobierno es reducir el déficit en cerca de 1% del PBI por año, para evitar que el endeudamiento se torne insostenible.

Pero así como escapa a su monetización para evitar la inflación, financiar tamaño déficit con deuda externa no está exento de generar problemas. Traer USD 30.000 millones del exterior (equivalente a 5% del PBI y a casi la mitad de las exportaciones), genera un bypass de dólares en el mercado cambiario que termina apreciando el tipo de cambio. Esta apreciación anula toda posibilidad de una salida exportadora e induce a un déficit externo de casi igual magnitud de 5% del PBI.

Dicho de otro modo, hay que advertir que el déficit fiscal financiado con deuda externa aprecia el tipo de cambio, generando un déficit externo de similar magnitud. La tasa de interés juega un rol secundario. Potencia el efecto en la medida que ingresen dólares atraídos por la tasas.

No es la primera vez que Argentina está en esta trampa. Si monetiza el déficit que hereda de esquemas populistas, tendría una muy elevada inflación que no permite un clima para que el sector privado logre crecer, y si lo financia con deuda externa culmina apreciando su moneda anulando toda potencial salida exportadora, poniendo un tope al crecimiento, al apostar sólo al mercado interno. La solución está en reducir el déficit fiscal para no tener que apelar ni a la maquinita ni al endeudamiento externo, para no sufrir ni la inflación ni el atraso cambiario.

En definitiva, Argentina es un país que tras la segunda guerra mundial estaba en inmejorables condiciones para liderar el renacer del comercio internacional. Lamentablemente decidió aislarse y perder una tremenda oportunidad ante esquemas populistas que sólo sobreviven en economías aisladas. Setenta años más tarde, y ya devenido de potencia económica a economía de frontera, Argentina enfrenta una nueva oportunidad: gradualismo o shock, ambos caminos funcionarán sólo si la sociedad decide acomodar las cuentas públicas y apostar al comercio exterior y la globalización, y dejar atrás ideas que a esta altura sólo se encuentran entre los escombros del muro de Berlín.

Sobre Ramiro Castiñeira

Ramiro Castiñeira es Magister en Economía de la Universidad de Buenos Aires. Además de pertenecer al directorio se desempeña como economista jefe de la consultora Econometrica, fundada por Mario Brodersohn, responsable de las distintas proyecciones y elaboración de los informes que se publican. Fue asesor externo del Mercosur, colaborando en el armado de informes que permitan una armonización de las estadísticas públicas. Recientemente encabezando el ranking de los mejores pronosticadores económicos del 2016 por la consultora Focus Economics.