¿El que apuesta al dólar pierde?
Vemos con asombro que el peso se aprecia en lugar de perder su valor (como históricamente nos ha acostumbrado).

Para desconcierto de gurúes, el Banco Central tuvo que salir a comprar una miríada de dólares para intentar sostener el precio de la divisa y, a más de un año de la salida de la convertibilidad, se negocia en la plaza un precio impensable, por lo bajo, en su momento para el dólar.

Esto permite afirmar (por ahora) que por primera vez el que ha apostado al dólar ha perdido, algo esencial para comenzar a reconstruir la confianza en la moneda nacional y eventualmente el crédito.
Pero a no engañarse, esto no viene motivado por una mejora en la economía o por una mayor confianza del mundo en la Argentina.

A no engañarse
Los motivos son claros y definidos:
• No se pagan servicios de deuda.
• Existen todavía restricciones al movimiento de capital.
• La hiperrecesión ha hecho que las importaciones de bienes de capital se desplomen, generando un fenomenal excedente de dólares en el mercado cambiario.

Si a esto se le suma que la normativa del Banco Central establecía hasta el martes pasado el requisito de venta o liquidación de divisas generadas por exportaciones (en un plazo perentorio), la presión era aún mayor sobre la oferta.

Más aún, las tasas de interés presentan un gran atractivo para inversores externos, donde pueden obtener en un mes lo que en otras economías les llevaría más de un año, destinando un pequeño monto (que para la economía doméstica es significativo) de su portafolio de activos internacionales.
¿Dónde va a parar todo la emisión de pesos que sostiene la divisa? Los bancos están sentados sobre pilas de efectivo y por primera vez se encuentran desconcertados, no saben dónde colocar los fondos.

Excedente de liquidez
Su mejor cliente y tradicional por años (el Estado) no necesita de fondos en el corto plazo debido a su superávit primario.

La oferta de fondos en los remates de Letras del Banco Central (LEBAC) supera en varias veces la demanda y algunas licitaciones se declaran desiertas para no convalidar tasas y no por ausencia de oferentes.

En consecuencia, la estructura del sistema de intermediación financiera debería comenzar a funcionar analizando la posibilidad de buscar aplicaciones productivas para ese crédito disponible, ya que no le pueden prestar al Estado.

La falta de instrumentos de colocación de ahorros complica este problema; pero quizás un instrumento de garantías como el fideicomiso financiero permita cobrar tasas más razonables. Y que se lograse un adecuado mercado secundario con cotización en Bolsas de comercio y mercados de valores facilitaría la existencia de liquidez, permitiendo su emisión en el mercado primario. El Estado deberá comenzar de nuevo a demandar dólares para hacer pago a sus obligaciones tanto por renta como por capital.

En la medida en que se logren estos objetivos, se restará liquidez excedente en el mercado y una potencial presión sobre el dólar frente a la posibilidad de escenarios adversos, motivados por renegociaciones con el FMI y eventuales pagos parciales de compromisos externos.

* Profesor de economía y finanzas UCEMA.