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VIERNES | 20 de junio de 2003
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Por qué no hay crédito (última parte)

Por José Pablo Dapena
MSc London School of Economics. Profesor Asociado Full Time en Economía y Finanzas UCEMA. Secretario Académico. Maestría en Dirección de Empresas UCEMA. Miembro Comisión Ejecutiva Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Se desempeñó en diferentes actividades en Liggett Argentina SA. Organización Bagó, Control Federal de Ahorro del Ministerio de Justicia, Fundación Banco Mayo y Laham y Asociados.
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Hemos mencionado en anteriores entregas que las condiciones de acceso al crédito externo serán más difíciles de lo que fueron en el pasado. Otro aspecto que se debe trabajar en la agenda es la regeneración del ahorro interno como base de financiamiento.

Nuestro país ha financiado de manera continua su exceso de consumo por sobre su ingreso a través de pedir prestado en el exterior (tanto a nivel privado como público). Esto hace a la economía extremadamente vulnerable frente a cambios de las variables financieras ya que implica compromisos fijos de erogación de fondos frente a escenarios volátiles de demanda.

En presencia de economías inciertas como la propia, es mucho más preferible propiciar inversiones que se muevan de acuerdo con la economía, en contratos de participación de ganancias y pérdidas. Se deben crear incentivos al ahorro interno. En ese sentido, la constitución del sistema de jubilaciones y pensiones privadas ha sido un acierto, mal utilizado al continuar financiando excesos del gasto de gobierno a través de compra de títulos públicos (lo que iguala la asignación a cuando existía el sistema de reparto).

La restitución de conductas de ahorro comienza con el ejemplo gubernamental, propiciando ahorro público. El Estado con su déficit absorbe ahorros de la economía, en consecuencia frente a situaciones de restricción de crédito agrava la crisis de financiamiento. Una conducta de ahorro público proporciona certidumbre, lo que incentiva conductas de ahorro por parte de la población. Asimismo, debe ser complementado con una política activa de educación y difusión de las virtudes del ahorro.

Una alternativa pasa por la regionalización de ahorros, de manera que el crédito que se genera en una región económica del país (por ejemplo, los aportes a las AFJP) pueda ser reinvertido en proyectos de la misma región.

El nivel de ahorro interno se encuentra en un promedio de 10% (un poco menor ahora por la recesión) del PBI. Un objetivo razonable de mediano plazo sería llevar este nivel de ahorro a 20% del PBI.

El último punto de una probable agenda pasa por propiciar la creación de instrumentos de inversión alternativos a las colocaciones a plazo fijo que le permitan al ahorrista diversificar sus tenencias.

Por muchos de los motivos mencionados, la inversión natural del ahorrista doméstico ha sido el plazo fijo, lo que hace el ahorro agregado extremadamente vulnerable a corridas bancarias. Si en noviembre del 2001 los ahorristas hubiesen estado más diversificados, el impacto del “corralito” y sobre todo el del “corralón” sobre la capacidad de consumo no hubiesen sido tan dramáticos; pero no era así, y las estadísticas lo demuestran: 52% de la riqueza privada estaba en el sistema financiero, mientras que 37% estaba en el exterior y sólo 10% se encontraba en instrumentos no bancarios locales.

Alternativas dinamizadoras

El desarrollo de los mercados de capitales es fundamental, ya que le permite al ahorrista acceder de manera fácil y barata a instrumentos de ahorro diferentes. Economías con expectativas volátiles deberían elegir como principal instrumento de financiamiento los contratos de participación (acciones de empresas o “equities”) respecto de deuda.

Un excelente instrumento que resuelve muchos de los problemas asociados a la restricción de crédito es el contrato de fideicomiso o securitización, que está siendo difundido cada vez con mayor fuerza. Las garantías son un instrumento fundamental cuando se necesita restablecer la confianza.

El problema del crédito y de la falta de ahorro en nuestro país tiene larga data y ha sido la reacción natural a expropiaciones y licuaciones de valor de activos por un lado y a desmanejos y conductas oportunistas de gobernantes por el otro. La reconstrucción del crédito es una urgencia y es causa y consecuencia de la seriedad y confiabilidad del sistema económico.
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