MARTES | 16 de diciembre de 2003
Desafío: convertir el ahorro en crédito
Como economista una reflexión que me queda en perspectiva es que la naturaleza de los problemas argentinos no es económica sino política. Los actores de la economía responden a los incentivos que vienen dados por las reglas de juego, que se establecen y eventualmente cumplen o no en función de la política.

Algo se ha aprendido; durante el 2002 eran generales los chistes en periódicos internacionales acerca de la cantidad de presidentes que había tenido la Argentina en tan corto plazo, pero omitían un aspecto fundamental: que se habían respetado los mecanismos previstos en la Constitución.

La nuestra es una democracia joven de sólo 20 años (después de cincuenta y tres inestables años), que tiene mucho que aprender sobre el desarrollo de la vida política, y debe formar nuevos actores. Reconocida esta restricción, es dable entrar en cierto análisis económico.

Entre los grandes desafíos que nos depara el 2004 puedo mencionar dos que se encuentran íntimamente vinculados entre sí y sujetos a la restricción política: la finalización del proceso de reestructuración de deuda y la restauración del crédito.

Sin entrar en detalle sobre aspectos vinculados al primero, sí es fundamental que exista en nuestra economía un mercado de crédito voluntario. Es cierto que el motor de una economía es principalmente el consumo (y eventualmente las exportaciones), pero su lubricante es la inversión, que necesita financiamiento a través de la existencia de ahorros transformados en crédito.

La inversión se aplica a capital de trabajo, y activos fijos o de largo plazo; mientras que el capital de trabajo se utiliza para aprovechar oportunidades de crecimiento de corto plazo, la inversión en capital físico, tecnología e intangibles es necesaria para consolidar escala y eficiencia (nuestra economía es pequeña, por lo que debe buscar mercados externos para lograr escala).

Es curioso que nuestro país, comparado con otros, y en relación con el tamaño de su economía, no cuente con un buen número de empresas de tamaño significativo a nivel internacional; ¿será que no se cuenta con un stock de ahorros domésticos suficiente para financiar las inversiones que ellas demandan?

El mercado de capitales es justamente el lugar donde la inversión de largo plazo encuentra en los ahorros su fuente de financiamiento. Sin embargo, es extremadamente relevante entender que el contrato de crédito es por definición un contrato de cumplimiento diferido en el tiempo, lo que lo diferencia de uno de ejecución inmediata.

Esta característica lo hace especialmente vulnerable a la incertidumbre; quien financia necesita tener cierta seguridad de que las condiciones al momento de la celebración del contrato serán las mismas que al momento de la efectiva ejecución.

Pérdidas muertas

De no darse este fenómeno, el ahorro no se dirige de manera eficiente a la inversión, quedan proyectos de inversión rentables sin financiar, y la economía encuentra lo que se conoce como “pérdidas muertas”.

Asimismo, de no darse este fenómeno, la única vía de financiamiento que le queda a una firma o emprendedor es a través de sus propios recursos, que obviamente pueden ser bastante limitados, haciendo prácticamente imposible explotar oportunidades de inversión y contribuir al crecimiento.

La tarea de restablecimiento del crédito no es actividad que se regule por decreto ni que surja de manera inmediata ante una eventual mejora; crédito es sinónimo de confianza. Contratos en dólares, indexados, garantizados, han sido todos consecuencia de la falta de confianza en un Estado (en sus tres poderes) que debería aprender a desarrollar eficientemente su vida política.
 Por José Pablo Dapena