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MARTES | 09 de septiembre de 2003
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  Por José Pablo Dapena
Economías volátiles requieren ahorro
En una investigación reciente, encontramos que la variabilidad de las tasas de crecimiento del PBI en la Argentina se encuentra entre las más altas a nivel internacional y donde la economía argentina se destaca por los siguientes hechos:

• Un sistemático nivel de desahorro público (por exceso de gasto o por defecto o ineficiencias en la recaudación de impuestos).

• Una dependencia significativa de recaudación de impuestos relacionados con el nivel del producto bruto interno.

• Una alta variabilidad en la tasa de crecimiento del PBI, que se transmite a una alta variabilidad en la recaudación de impuestos.

• Una dependencia del ahorro externo que hace a la economía vulnerable a las subas de tasas de interés en los mercados desarrollados.

• Una excesiva dependencia del sector financiero bancario en el proceso de canalización de ahorros hacia inversión.

• Una alta exposición del sector bancario y de inversores institucionales al riesgo soberano.

• Un desplazamiento en el mercado de capitales de la negociación en acciones por la negociación en bonos, restándole liquidez a este instrumento.

• Una falta de diversificación de los ahorros privados en activos financieros.

Todo este cóctel genera situaciones sistemáticas de crisis-crecimiento, provocadas ambas por los movimientos de capitales internacionales.

Efectos sobre los mercados

¿Qué implicancias tiene esto para la arquitectura del sistema financiero y de mercado de capitales de una economía?

Una economía con un nivel de producción volátil debería descansar más en instrumentos de financiamiento de tipo contingente en los estados de la naturaleza (acciones), que permiten una distribución más eficiente del riesgo y que frente a estallidos de “burbujas” de tipo de cambio, de precio de acciones o de precio de activos inmobiliarios, al desinflarse los precios de los colaterales por cambios en las expectativas (principalmente de crecimiento de la economía) por problemas políticos, económicos o institucionales, el valor de la participación se acomode al nuevo escenario.

Esto en contraposición con contratos de deuda que no permiten que su valor nominal se ajuste naturalmente, dando lugar a interrupciones en la cadena de crédito con efectos de quiebra o eventuales renegociaciones con sus costos asociados, trasladando el contexto de la crisis a un entorno institucional, ya que se pueden vulnerar derechos de propiedad por no respetarse contratos ni ejecutarse los colaterales en caso de quiebra (algo inexistente en instrumentos de participación) por el daño agregado que produce.

Los gobiernos no cuentan en principio con esta alternativa, ya que sus necesidades de crédito deben ser satisfechas con instrumentos del tipo de deuda (en este sentido, la emisión de títulos cuyo principal se encuentra vinculado con tasas de crecimiento le da un perfil de equity-liked al instrumento de financiamiento).

En busca de la eficiencia

Asimismo, el hecho de que los impuestos que recauda el Gobierno descansen en tributos altamente sensitivos al nivel de actividad implica que en economías con alta volatilidad (que se puede ver exacerbada por conductas de evasión), la participación del Poder Ejecutivo en el mercado de capitales debería ser muy acotada o, en su caso, proveyendo de ahorros a la economía.

De esto se desprende que en entornos volátiles con asimetría de información, la situación más eficiente desde el punto de vista de evitar los costos asociados y la adecuada distribución del riesgo es la utilización de instrumentos de participación en el capital con niveles elevados de ahorro interno.

No se debería reemplazar un instrumento de financiamiento por otro, pero sí generar los incentivos para que la arquitectura del sistema financiero refleje adecuadamente la importancia del ahorro privado en la economía doméstica y genere incentivos para incorporar activamente instrumentos de participación en capital en la estructura de ahorros, haciendo más flexible la economía dada la volatilidad que evidencia.

La evidencia nos muestra que por diferentes motivos, legales, de estructura, de cultura, etc., este tipo de instrumentos no se encuentra entre los más desarrollados, con lo que esto implica en términos de falta de diversificación de riesgos y su impacto en la acumulación de capital y en consecuencia en las posibilidades de crecimiento.

La experiencia argentina nos muestra que un sistema que incentiva y privilegia el ahorro privado en deuda del Gobierno puede tener efectos altamente indeseados en la cartera de inversiones de bancos y de inversores institucionales.

Nos muestra también que la influencia del factor político y la relevancia de las instituciones son críticas en la generación de expectativas de crecimiento y resolución de crisis, donde las variables de tipo económico sólo se hacen eco de los avatares políticos e institucionales.

» Agustín M. Romero
» Agustín Pieroni
» Alejandro A. Tagliavini
» Ariel Cohen
» Arturo Vierheller (h)
» Carlos Arbía
» Carlos Ball
» Carlos Fayt
» Claudio Destéfano
» Daniel Sticco
» Diego Ramiro Guelar
» Doris Capurro
» Eduardo De Simone
» Emilio J. Cárdenas
» Eugenio A. Bruno
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» Jorge Dell’Oro
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» José Benegas
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