Perspectivas (CEA)

Macri tiene que ser Roca

Autor
José Luis Espert
Mes/Año
10/2016

Hace 70 años la Argentina estaba décima en el ranking mundial de ingresos per cápita. Hoy no supera el puesto 70.

En los últimos 40 años tuvimos cuatro planes que terminaron en crisis profundas: el de José Ber Gelbard, "la tablita" de Martínez de Hoz, el austral y la convertibilidad. Y por ahora evitamos la crisis latente en la que nos dejó "la década ganada" kirchnerista. Somos el país que más defaults de la deuda pública realizó desde la Segunda Guerra Mundial y el que más juicios soberanos en contra tiene en el mundo. Y desde 1988 (28 años), los niveles de pobreza promedian el 30% de la población, con picos de 50% y 60% en crisis homéricas como la hiperinflación y 2002.

Hay al menos dos cosas que unen, que son la columna vertebral, o sea, los elementos aglutinantes de aquellas crisis que nos convirtieron en el país de las posibilidades potenciales extraordinarias, pero, al mismo tiempo, tan decadente.

Primero, todas las crisis tienen su origen en crisis de financiamiento del fisco. O sea, llega un momento en que los déficits fiscales son tan grandes e infinanciables que el Banco Central tiene que devaluar porque se queda sin reservas, si es que los déficits previos a la crisis se financiaron con emisión monetaria o dólares del BCRA (plan Austral y la Década Ganada). Otras veces, cuando los déficits se financiaron con deuda externa, la devaluación ocurre porque hay que generar las condiciones para repagar una deuda que se defaultea y luego se reestructura (consecuencias de "la tablita" y de la convertibilidad) y además para corregir un tipo de cambio que se atrasó justamente por la manera de financiar el déficit fiscal con deuda externa

Y hay algo que hoy agrava mucho ese cuadro: tenemos el mismo déficit fiscal que quebró a cualquiera de los anteriores planes económicos (8% del PBI) con una de las mayores presiones impositivas del mundo de 50% del PBI para el que está en blanco.

La segunda causa es la sustitución de importaciones, que nos permite "funcionar" aislados del mundo, otorgando aumentos salariales extravagantes en dólares que no pueden ser pagados por mayor productividad, sino por aumentos de precios de una industria ultraprotegida, mientras los sectores más rentables de exportación como parte de la industria, el agro, el turismo, la energía y el petróleo, languidecen o quiebran frente al consecuente atraso cambiario que la misma política de sustitución de importaciones genera.

Es más, los déficits fiscales que nos terminan llevando a crisis, tal como mencionaba más arriba, son el “aceite” para que la industria sustitutiva de importaciones tenga una demanda interna de consumo más inversión pujante mientras se atrasa el tipo de cambio.

¿Cuál fue la respuesta, hasta ahora, del gobierno de Macri a la "cruz" fiscal que le dejó el kirchnerismo de un déficit (Nación más Provincias) de 7% del PBI? En primer lugar subirlo a 8% del PBI en 2016 y mantenerlo en 8% del PBI, tal como figura en el Proyecto de Presupuesto para 2017. Luego hubo baja de los (indebidos) subsidios económicos que recibe el sector privado para financiar la baja de impuestos ya anunciada (retenciones y mínimo no imponible de Ganancias), la suba del gasto en obra pública prometido a las provincias y los planes de infraestructura a nivel nacional y en subsidios sociales que, con estilo de "goteo", casi a diario el PRO no para de anunciar. O sea, hacer un déficit fiscal mayor que el kirchnerismo y financiarlo, después del cierre del capítulo holdout, con la colocación de toda la deuda externa posible para evitar los costos recesivos de financiarlo con colocación de deuda interna.

Esto, además de desconocer que el problema de un déficit fiscal cada vez más difícil de financiar, no tiene en cuenta -y he aquí lo central y medular- que el nivel de gasto público de hoy de más de 40% del PBI es impagable para el sector privado, porque genera una presión impositiva salvaje que alienta la economía en negro y, para los que están en blanco, significa trabajar más de la mitad del año sólo para pagar impuestos, reeditando en pleno siglo XXI una nueva esclavitud: la impositiva.

Pero con un pobre ajuste del gasto público y la continuidad de un enorme déficit financiado con endeudamiento externo y, más allá de recuperaciones de la economía que eventualmente puedan venir (como también paso en los 90), en el mejor de los casos se retrasará el momento en el cual volveremos a discutir la necesidad de nuevos ajustes fiscales y de devaluar el tipo de cambio. La experiencia local e internacional indica que los ajustes que no se hacen al principio, cuando se tiene poder, no se realizan y con el tiempo los fuerza el mercado y provocan la caída de los gobiernos.

La Argentina ya recurrió al endeudamiento externo para financiar sus déficits fiscales a fines de los 70 y los 90. El camino a seguir no es éste. Es el que siguieron países como Chile, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur o Taiwán.

Libre comercio como antítesis a la sustitución de importaciones, Estado pagable y sin déficits fiscales como antítesis al Estado presente y megadeficitario que presenta hoy la Argentina, leyes e impuestos laborales racionales en vez del delirio de hoy y una reforma educativa que incluya a los padres de los menores, eliminar el estatuto docente tal como está y programas de becas para que los jóvenes universitarios salientes estudien en los mejores universidades de los Estados Unidos e Inglaterra, son el camino necesario para una Argentina próspera. Insistir por donde vamos no será lo que nos deposite en el paraíso sino en el mismo lugar de deterioro en el cual hemos estado tantas veces en estos 70 años de decadencia.

Macri tiene que emular a Julio A. Roca, el mejor Presidente de nuestra historia, no tanto para transformarnos en un país top ten en el mundo en ingreso per capita como supimos ser a principios del SXX, luego de 40 años de Generación del 80, sino para parar la decadencia de 70 años y poner un norte razonable para el país.

 

Sobre José Luis Espert:

José Luis Espert cursó estudios de Doctorado y Licenciatura en Economía en la Universidad de Buenos Aires. Tiene un Master en Economía de la Universidad del CEMA y un Master en Estadística de la Universidad de Tucumán. En todas ellas ha ejercido la actividad docente en Econometría y Finanzas Públicas. Es columnista de los diarios LA NACION de la Argentina y El País de Uruguay. Es socio de la Asociación Argentina de Economía Política. Fue economista del Estudio Arriazu y Asociados, Broda y Asociados y Econométrica SA. Actualmente dirige su consultora Espert y Asociados. Premiado dos veces por su Valiente Defensa de la Libertad: en 2009 por la Fundación Atlas 1853 y en 2015 por la Fundación Federalismo y Libertad.